A mi chef lo conocí en uno de mis viajes. Él se peinaba -cual experto- en los fuegos de un restaurante en Nueva Zelanda, al que era casi imposible entrar porque tenía copadas las reservas por meses.
Cuando logré ir, de inmediato su acento me confirmaron que no era oriundo de esos lados, me intrigó de inmediato. Su encanto latino de risas, bromas y gestos me mataron al primer mordisco.
Cocina como los dioses. Fui a saludarlo y sin decirle mucho le dejé en el bolsillo una nota que decía "juntémonos en Tierra Media".
Para quienes no saben, en la isla del sur de Nueva Zelanda se grabó gran parte de El Señor de Los Anillos, y aunque yo no era muy fanática de la trilogía, la invitación era la excusa perfecta para ver si este experto chef también tenía espíritu aventurero.
Cristián me cautivó por la gracia para mover los sartenes y sobre todo por su pasión por hacer que los sabores hablen y que dejen huella. Busca la perfección en un plato repitiéndolo hasta lograr magia. Es apasionado, obsesivo con los ingredientes, tiene una nariz privilegiada y domina la cocina al vacío (sous vide). Crítico, juguetón, culto y de grandes amigos, resultó ser un gran acompañante en la travesía de arrancar de horcos y de Los Nueve o de entretenerse con los bajitos de la Comarca.
De sus menesteres de amante prefiero no extenderme, porque ninguno de los dos tiene memoria, pero puedo decir que finalmente me lo traje a Chile a dirigir los destinos de La Bataclana.
Hoy, en nuestra cocina cachonda seduce con sus platos, las carnes al vino con horas de cocción; sabores exóticos, postres lechosos y salsas eróticas.
Un GRAN partido mi Cristián Vieira (@vieiris). Mi cocinero personal y compañero amante